La Libre Circulación del Conocimiento

Justicia y eficiencia, el reto de la V libertad

En el tratado de Lisboa 2010, artículo 163, se profundiza en el compromiso europeo por el conocimiento. En su apartado 1 dice: “La Unión tendrá por objetivo fortalecer sus bases científicas y tecnológicas, mediante la realización de un espacio europeo de investigación en el que los investigadores, los conocimientos científicos y las tecnologías circulen libremente, y favorecer el desarrollo de su competitividad, incluida la de su industria, así como fomentar las acciones de investigación que se consideren necesarias en virtud de los demás capítulos de los Tratados”. En el apartado 2 “fijándose, en especial, como objetivo, permitir a las empresas la plena utilización de las potencialidades del mercado interior” se sustituye por “con el fin, especialmente, de permitir que los investigadores cooperen libremente por encima de las fronteras y que las empresas aprovechen las posibilidades del mercado interior

Esta reforma recoge nuevas posibilidades, dándose carta de naturaleza a una política integral europea del conocimiento. Se abre una línea de acción con capacidad para convertirla en uno de los pilares de la efectiva integración política de la Unión Europea. En este texto, de manera semejante a como se produce en la Constitución española, se le reconoce a las políticas dirigidas a la difusión y creación de conocimiento una doble dimensión, por un lado transversal y sustantiva, y por otro, una instrumental al servicio de las demás políticas comunitarias, no sólo vinculada a las políticas económicas, sino también a las políticas de gobernanza.

Dos conceptos emergen con fuerza en esta redacción: la idea de un Espacio Europeo de investigación y la denominada como Quinta Libertad.

Se establece como un objetivo político la libre circulación de conocimiento en el marco de la Unión Europea, la denominada como Quinta libertad. Una declaración con un enorme potencial transformador. Por un lado, acerca la apuesta europea por la competitividad a los modelos que se han mostrado más exitosos en las últimas décadas, modelos globales, basados en la innovación en abierto, en la gestión de la inteligencia colectiva o en la producción distribuida. Por otro, la libre circulación de conocimiento abre las puertas para una profundización en la integración política europea basada en criterios de open data y open goverment. Establecer como objetivo prioritario la accesibilidad y circulación del conocimiento científico, frente a su creación y apropiación, nos coloca ante un nuevo paradigma.

Su impacto e implantación conduce necesariamente a transformar la manera en la que se produce el aprendizaje. Al igual que las industrias culturales, el comercio al detalle o en general las relaciones sociales, las transacciones empresariales, o la actividad política, se han visto radicalmente transformadas por el impacto de las tecnologías de información, la justificación y la organización de la formación en la manera en la que la hemos conocido en los últimos doscientos años están saltando por los aíres.

Esta revolución es tanto más evidente y veloz cuanto más nos acercamos en el proceso formativo al mercado laboral. El impacto de la tecnología afecta en primera instancia al modo como hemos venido haciendo las cosas hasta ahora en la formación: cambiando el papel del profesor, la actividad en el aula y el desarrollo de la propia experiencia. Pero su verdadero impacto se medirá en el por qué y el para qué aprendemos, y en el quién acredita este saber y para qué.

En una realidad global y abierta, las motivaciones y legitimidades de los sistemas de aprendizaje se van a ir separando progresivamente de modelos locales y rígidos, soportados en el monopolio de la acreditación oficial, propio de las actividades reguladas o intervenidas. Modelos necesariamente ineficientes y crecientemente ineficaces, no sólo para las expectativas de sus destinarios individuales, que con los recursos e información adecuados pueden obviarlos, sino para la sociedad que los sufraga.

Aprender en la sociedad del conocimiento se ha vuelto la tarea más importante a desarrollar a lo largo de la vida para mantener la empleabilidad y posibilitar una carrera profesional. La importancia de la oficialidad de los títulos, su territorialidad limitada, o su vigencia temporal ilimitada, maneras en las que tradicionalmente hemos valorado la formación, se están viendo sustituidas por otros criterios en los que prima la permanente adecuación de las capacidades y conocimientos a las exigencias de un mercado laboral global y en constante evolución, y a la adquisición de habilidades de forma individualizada, y en ámbitos cercanos a las tareas concretas que se desempeñan en el trabajo.

Hacer realidad la libre circulación de conocimiento es la oportunidad de nuestra época de cambiar el mundo.

Alfonso González Hermoso de Mendoza
Director de la Escuela de Organización Industrial EOI